jueves, 29 de abril de 2010

Nunca es tarde


Carta enviada por una lectora que desea quedar en el anonimato

miércoles, 28 de abril de 2010

La curiosidad es más fuerte que la vergüenza

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"Me leí el libro La ley del espejo en el trayecto Barcelona-Londres y sorprendentemente no lloré, y mira que me cuesta poco. No sería la primera vez que lloro en un avión por un libro.
Me gustó, y además la lectura fue productiva, ya que después de leerlo me propuse perdonar a una persona que me hizo una muy grande hace tiempo. De momento no me he atrevido, ya que no es nada fácil dar el primer paso cuando ha pasado tanto tiempo, pero la curiosidad es más fuerte que la vergüenza y sé que lo haré. Volveré a escribiros para explicaros lo que pase. Saludos."
Lidia A.

Lo que no nos dijimos por pereza y por miedo


"Hace algunos años murió mi padre. No me cogió desprevenido pero quedaron "cosas pendientes". Una terapeuta me propuso una solución basada en la ley del espejo, pero al ser con carácter retroactivo, ¿serviría o era ya tarde?

Tenía que plasmar en unos folios todo aquello que no hablamos en persona por pereza y por miedo. Dio bastante de si, 3 o 4 folios, pero salió todo. No quedó nada a libre interpretación, y al acabar respiré profundamente y mi alma, al fin, quedó tranquila.

Del resto se encargó el fuego, ya que quemé la carta el día de San Juan".

E.M.C. (Barcelona)

martes, 27 de abril de 2010

La carta de P.M.

P.M. es una mujer de 95 años que nació en Granada pero ha vivido casi toda su vida en Barcelona. Sus hijos viven en el extranjero y ella vive prácticamente sola. En el mismo rellano de su piso vive su sobrina, pero por un malentendido dejaron de hablarse años atrás. Ella lo siente en el alma, pero nunca se ha atrevido a volver a picar a su puerta.

Hace unos días, por consejo de una amiga, decidió poner en práctica la ley del espejo. Al principio dijo que no tenía ningún motivo para disculparse y muy poco que agradecer, pero con paciencia fueron saliendo a la luz pequeños detalles que fue apuntando en una libreta: gracias por las visitas, por hacerme compañía... y como no consideraba que tuviera que pedir perdón por nada, finalmente escribió que sentía no haberles dicho nada en los últimos años.

No se atrevió a decirlo en persona o por teléfono, así que le escribió una carta. Al día siguiente, su sobrina picó a su puerta con una caja de pasteles. Lo primero que le dijo fue que había querido dar este paso muchas veces pero nunca se había atrevido.

Sobre la ley del espejo

La ley del espejo tiene un principio muy sencillo: la realidad de nuestra vida es el espejo que refleja nuestro corazón. Así que si nos llenamos el interior únicamente de insatisfacción, cada vez ocurrirán más acontecimientos que expresarán ese descontento. En cambio, si tenemos el corazón lleno de agradecimiento, los hechos que nos sucederán todavía nos traerán más gratitud.
Es decir, lo que nos ocurre es consecuencia de lo que sucede en nuestro interior. Si miramos lo que nos pasa comprenderemos qué es lo que tenemos en el corazón, y de esta forma veremos de qué manera podemos controlar nuestra vida.

¿Qué hacemos si nos miramos en el espejo y vemos que estamos despeinados? Por mucho que intentemos arreglarlo en la imagen no lo conseguiremos. La única solución será extender la mano hacia nuestra propia cabeza.

Yoshinori Noguchi da las claves para llevar a cabo esta ley en La ley del espejo. La tarea no es fácil, ya que a veces nos encontramos con recuerdos dolorosos, con el orgullo, con los prejuicios, con el miedo... pero los resultados son sorprendentes.

Envíanos tu historia a info@comanegra.com